Les digo que la felicidad es encontrarte al salir de trabajar y verte esperándome con esa sonrisa tan tuya dispuesto a darme algo más que unos cuantos besos. Ser feliz es notar como me abrazas por la espalda a las cinco de la mañana después de fallar en la misión de no despertarme porque te has comido todos los muebles que has encontrado a tu paso de camino al baño.
La felicidad es hacer cada día algo nuevo contigo. No estancarnos en la rutina. Que me enseñes cosas, que aprenda cada día algo nuevo de ti, contigo.
Felicidad es mirarte de reojo mientras estamos en tu cama viendo nuestra serie favorita juntos y pillarte mirándome, o apartar la mirada y reírme sabiendo que tardarás unos segundos en acercarte y besarme de aquella manera tan tuya que se ha convertido en tan nuestra.
Y así es. Felicidad es escucharte roncar -porque sí, tengo que confesarte que roncas, pero te confieso también que me encanta escucharte hacerlo- cuando te duermes sobre mi pecho en el sofá de casa mientras vemos tus dibujos animados preferidos o alguna película de la larga lista que tenemos pendientes.
Ser feliz es poder pasear contigo por Madrid y descubrir cada día un nuevo rincón desconocido por los demás. O coger el coche y descubrir los encantos de los alrededores de la capital entre risas y besos.
Cuando me preguntan por la felicidad les hablo del chico al que le gusta buscarme las cosquillas porque le encanta verme reír hasta que la tripa empieza a dolerme, ya que adora verme feliz y saber que él es la causa. Aquel que antes de irse me da un beso en la frente -aunque sabe que los odio- y me dice que me quiere. Aquel que está dispuesto a romper caras por verme a mí sonreír.
Y por todo eso les hablo de ti. Porque tú formas parte de mi felicidad.