martes, 21 de abril de 2015

Pasar página es cerrar el libro - Loreto Sesma

Cielo, se ha roto el reloj del salón, ni rastro queda de las notas que me dejabas en la mesilla por las mañanas que decías:
<<Pequeña, he ido a comprar el desayuno. 
Pd: No te preocupes, a comprar tabaco ya iremos juntos>>.
Las paredes de esta casa echan de menos nuestras peleas por el mando los viernes por la noche en que no nos apetecía salir, a penas encuentro películas con las que gritar, como solíamos hacer nosotros, que nuestra vida no tenía nada que envidiar a su falso guión. 

Hace unos meses, cuando me preguntaban si existían los imposibles, yo les contestaba que no, porque para  mí era realidad lo que otros llamarían utopía. Y así fue como descubrimos que los mejores sueños se tienen despiertos. 

Pero cómo no, la vida ha venido a pedir cuentas y nuestro sistema besonómico, para nada deficitario, se ha desplomado sin que nadie nos ofrezca el rescate. 

Cuando me preguntaban cómo te conocí, yo les contestaba que no te conocía, no del todo, y que, además, eso era lo que más me gustaba, porque cada día tenía que descubrir una nueva manía de las tuyas: como que te gustaba el café templado o que las noticias de la Cinco te ponen nervioso; que los lunes ves esa serie americana de asesinatos o que, a pesar de hacer calor, tienes que taparte con las sábanas. 

Pero ahora, he aprendido que hay errores que tienen nombre y apellido, que a veces valoramos más lo que no hacemos y que nos mintieron cuando nos dijeron que soñar era gratis, porque al final la realidad viene a cobrarte un par de hostias. He aprendido que levantarse tras la caída no es un deber, sino una necesidad y que no son los labios quienes echan de menos los besos, sino los besos quienes extrañan tus labios. 

Porque ahora soy yo la que ha escrito una nota y la ha dejado en la puerta de casa, y pone: 
<<Cielo, salí a ver cómo era la vida sin ti y desde entonces no he 
vivido, vuelve. 
Pd: Por ahí lo llaman amor, pero yo le he puesto otro nombre,
 el tuyo; espero que note importe>>. 

Y todavía no has vuelto.  

domingo, 19 de abril de 2015

JLS

Hay cosas en la vida que, o las haces sin pensar o no las haces. Como empezar una relación precipitada, aunque sepas que al final todo será dolor y echar de menos; pero que al principio todo es precioso: los mensajes, las llamadas, los te quiero ver, los te quiero a secas...
De pronto llega alguien que quiere quedarse a sabiendas de que a lo mejor pueda salir perjudicado.
Llega alguien que no pretende repararte porque sabe que la vida y tú tenéis un trato y no tiene nada que hacer.
De pronto llega alguien.
De pronto llegas.
Y cuando llegas lo llenas todo de color. Empiezo a amar tus pecas, tus ojos y ojeras. Empiezo a amar la forma que tienes de irte y de mirarme como si fueras a matarme antes de cerrar la puerta. Muchas veces eres inexplicable, como casi todas las cosas que nos hacen felices. Vas, vienes. Te paras, te ríes y me pides un beso.
Un vez me dijiste: <<Los finales felices sólo son para aquellas personas tan tristes que no son capaces de disfrutar de la historia, porque lo importante es el camino: las vistas, el cielo azul, las nubes y el olor de la calle después de una tormenta. Tus espalda, tus rodillas y tu barbilla. Tus ojos color avellana como las hojas que empiezan a secarse en otoño. Tus besos con lengua. Tus besos. Tu lengua>>.
Y sí, tienes razón, sólo me queda decirte que estamos en esta mierda juntos. Y te prometo que lo bonito del amor no es amar las cicatrices del otro, sino que la otra persona te enseñe a amar las tuyas.