viernes, 27 de marzo de 2020

Planes

Que llegaríamos a los sesenta juntos, y que eso sólo sería el principio, que inventaríamos otras maneras de besarnos porque la rutina nunca podría derribarnos, que te acabaría gustando que te tocase con los pies fríos justo antes de irnos a dormir - y yo solo creía que lo que más me gustaría de ello sería la risa que se me escaparía mientras me hicieras cosquillas para que te los quitase de encima-. También que inventarían películas para nosotros, que durasen exactamente cuatro minutos y doce segundos, para que después ya pudiésemos dejar de reprimir las ganas de besarnos; el cine siempre nos la tuvo jurada, pero nosotros nunca fuimos sinceros cuando proponíamos noches de cine.


Pensé en diecisiete países en los que nos besaríamos hasta el amanecer, hablamos sobre los hijos que nunca supimos si nos daría tiempo a tener. Siempre teníamos planes en la mente y besos en la boca. Cruzábamos los días en rojo porque nos costaba esperar a las noches.


Que nunca nos faltaría una mano a la que agarrarnos, pero menuda lástima que no especificáramos que no tenía por qué ser la del otro. Que nunca habría distancia porque nos sentiríamos cerca aún estando lejos, porque el frío no era tan fuerte como nuestras ganas de tenernos. Que todo lo que soñábamos a las tantas de la noche lo íbamos a cumplir al despertar, pero siempre se nos pasaban todos los sueños de largo por estar revolcándonos entre las sábanas de mi cama.


Que nunca se llega tarde a la vida de alguien si te quedas para siempre.


Quizá ese fue el problema, que llegaste tarde y te fuiste pronto, porque una persona que no está para siempre se va pronto.


O simplemente que decías que me querías como nadie, pero la cagaste como todos.

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