Ya nunca volveré a ser la misma. Porque me han cerrado puertas en los morros y me está bien empleado por ir por la vida siempre en carnavales. Disfraces, disfraces que nada tienen que ver con los sentimientos.
Ya no volveré a ser la misma porque este cabrón me ha enseñado que hay tortillas que se dan la vuelta antes de tiempo, ¡con dos huevos! Y me la han metido doblada, y han dejado de llamarme, y han fingido un te quiero en la cama. ¿Se acaba mi mundo? No, tan sólo empieza. Ahora estoy entendiéndolo todo, y en la siguiente calle no me voy a conformar con el bajo que tantos quebraderos de cabeza me traía, pensaré en subir al ático y ver el cielo de cerca.
Ya no volveré a ser la misma porque le vi con otra y el dolor fue tan profundo que me revolvió por dentro. Me ha escrito como un pasatiempos y ahora mismo no está preocupado por mí, le da igual. He creído en cuentos, pensaba que a veces la vida la tengo que sufrir y ahora lo entiendo todo. Si no aparece cuando estoy jodida es porque tiene otros planes, y no me llama porque tiene números más importantes, y no me baila porque esa canción se la baila a todas.
Creo que estoy en el mejor momento para sentarme en el bordillo y mirar el poco tráfico que hay; todo el que pasa por la acera tiene prisa y una historia. Ahora tengo que decidir si quiero a alguien que me complete o me vacíe, que me aúpe o que me tire, que me entienda o que me dé la razón como a los tontos, que me mire o que me vea, que me acaricie o me use. Voy a pensarlo.
Todos creemos que jugamos con la misma baraja, que las cosas pasan porque tienen que pasar y que nosotros nunca cambiaremos nada. Se equivocan, tengo una carta que soy yo misma y que no la lleva nadie. Ahora voy a mirar de nuevo a los coches. Todos siguen pasando y ninguno se para a preguntarme por qué estoy parada. Pasa, el tiempo pasa y es muy mío. Ahora me voy a levantar y cruzar porque en peores plazas he toreado; nadie se merece que frene en seco cuando ni está, ni ha estado, y cuando tampoco se le espera.
No me voy a empeñar, ya no volveré a ser la misma.
jueves, 7 de mayo de 2020
sábado, 4 de abril de 2020
Volví a despertar sin ti.
Anoche soñé que vivíamos juntos en una casita en la montaña, que teníamos dos gatos y un perro. Que por las mañanas te despertaba con batidos de fruta y verdura recién hechos, por eso de que tú siempre has querido cuidarte, y después me dejabas perderme por tu cuello mientras te cepillabas los dientes.
Teníamos una habitación llena de estanterías con libros y en nuestra casa sonaba música todos los días de la semana.
En la entrada, colgada en la pared, juntos a las entradas de los conciertos de Vetusta Morla, teníamos una pizarra donde apuntábamos todos los conciertos a los que iríamos.
La nevera estaba repleta de imanes de los sitios donde estuvimos y de esos sitios del mundo en los que no habíamos estado pero en los que me moría de ganas de estar, contigo.
Soñé que vivíamos en una pequeña casita donde sólo cabían caricias y besos. Soñé que me curabas todos los males que yo misma me causaba. Que sonreías a todas horas y cantabas mientras yo escribía historias que nos iban a pasar.
Soñé que vivíamos juntos en una casita perdida en la montaña,
pero era solo un sueño;
y volví a despertar
sin ti.
Teníamos una habitación llena de estanterías con libros y en nuestra casa sonaba música todos los días de la semana.
En la entrada, colgada en la pared, juntos a las entradas de los conciertos de Vetusta Morla, teníamos una pizarra donde apuntábamos todos los conciertos a los que iríamos.
La nevera estaba repleta de imanes de los sitios donde estuvimos y de esos sitios del mundo en los que no habíamos estado pero en los que me moría de ganas de estar, contigo.
Soñé que vivíamos en una pequeña casita donde sólo cabían caricias y besos. Soñé que me curabas todos los males que yo misma me causaba. Que sonreías a todas horas y cantabas mientras yo escribía historias que nos iban a pasar.
Soñé que vivíamos juntos en una casita perdida en la montaña,
pero era solo un sueño;
y volví a despertar
sin ti.
sábado, 28 de marzo de 2020
Quiérete
Ale, no busques la felicidad en los demás si no eres capaz de encontrarla en ti misma. Vive. Duele. Sangra. Cáete. Lame tus propias heridas. Quiérete como nadie ha sido capaz de quererte. Sé el amor de tu vida. Aprende a reírte contigo y de ti. Aprende a no necesitar a nadie, ni nada, para ser feliz. Aprende a no depender de nadie. A llorar sin esperar que nadie venga a secarte las lágrimas. A bailar sin que nadie te tienda la mano para bailar juntos.
Entiende que eres la única persona que estará siempre contigo misma. Y sigue queriéndote como nadie te ha querido nunca. Porque entonces estarás lista para que los demás te den su felicidad y su amor. Entonces aprenderás a recibir y a dar. Pero si no te quieres, te aceptas y te ríes sola, todo se romperá cuando venga alguien y te haga reír, querer y encontrar la felicidad. Porque esa felicidad, ese amor, serán suyos y por mucho que te los dé, no se sostienen si tú no eres capaz de quererte tanto como para darle tu amor.
Así que lámete las heridas y aprende a quererte, y solo entonces, comparte.
Entiende que eres la única persona que estará siempre contigo misma. Y sigue queriéndote como nadie te ha querido nunca. Porque entonces estarás lista para que los demás te den su felicidad y su amor. Entonces aprenderás a recibir y a dar. Pero si no te quieres, te aceptas y te ríes sola, todo se romperá cuando venga alguien y te haga reír, querer y encontrar la felicidad. Porque esa felicidad, ese amor, serán suyos y por mucho que te los dé, no se sostienen si tú no eres capaz de quererte tanto como para darle tu amor.
Así que lámete las heridas y aprende a quererte, y solo entonces, comparte.
viernes, 27 de marzo de 2020
Planes
Que llegaríamos a los sesenta juntos, y que eso sólo sería el principio, que inventaríamos otras maneras de besarnos porque la rutina nunca podría derribarnos, que te acabaría gustando que te tocase con los pies fríos justo antes de irnos a dormir - y yo solo creía que lo que más me gustaría de ello sería la risa que se me escaparía mientras me hicieras cosquillas para que te los quitase de encima-. También que inventarían películas para nosotros, que durasen exactamente cuatro minutos y doce segundos, para que después ya pudiésemos dejar de reprimir las ganas de besarnos; el cine siempre nos la tuvo jurada, pero nosotros nunca fuimos sinceros cuando proponíamos noches de cine.
Pensé en diecisiete países en los que nos besaríamos hasta el amanecer, hablamos sobre los hijos que nunca supimos si nos daría tiempo a tener. Siempre teníamos planes en la mente y besos en la boca. Cruzábamos los días en rojo porque nos costaba esperar a las noches.
Que nunca nos faltaría una mano a la que agarrarnos, pero menuda lástima que no especificáramos que no tenía por qué ser la del otro. Que nunca habría distancia porque nos sentiríamos cerca aún estando lejos, porque el frío no era tan fuerte como nuestras ganas de tenernos. Que todo lo que soñábamos a las tantas de la noche lo íbamos a cumplir al despertar, pero siempre se nos pasaban todos los sueños de largo por estar revolcándonos entre las sábanas de mi cama.
Que nunca se llega tarde a la vida de alguien si te quedas para siempre.
Quizá ese fue el problema, que llegaste tarde y te fuiste pronto, porque una persona que no está para siempre se va pronto.
O simplemente que decías que me querías como nadie, pero la cagaste como todos.
Pensé en diecisiete países en los que nos besaríamos hasta el amanecer, hablamos sobre los hijos que nunca supimos si nos daría tiempo a tener. Siempre teníamos planes en la mente y besos en la boca. Cruzábamos los días en rojo porque nos costaba esperar a las noches.
Que nunca nos faltaría una mano a la que agarrarnos, pero menuda lástima que no especificáramos que no tenía por qué ser la del otro. Que nunca habría distancia porque nos sentiríamos cerca aún estando lejos, porque el frío no era tan fuerte como nuestras ganas de tenernos. Que todo lo que soñábamos a las tantas de la noche lo íbamos a cumplir al despertar, pero siempre se nos pasaban todos los sueños de largo por estar revolcándonos entre las sábanas de mi cama.
Que nunca se llega tarde a la vida de alguien si te quedas para siempre.
Quizá ese fue el problema, que llegaste tarde y te fuiste pronto, porque una persona que no está para siempre se va pronto.
O simplemente que decías que me querías como nadie, pero la cagaste como todos.
domingo, 16 de febrero de 2020
Léeme dos veces
Léeme dos veces, esto es importante. Léeme dos veces porque sólo me tendrás una. Puede que sea suficiente con esta vez, o puede faltarnos vida, aire y tiempo. Me convertiré en eso que desees todos los días e intentaré dar lo mejor de mí para que esto funcione. Te salvaré las veces que haga falta y asesinaré a todos los eneros que vengan a jodernos el año por ti. Me enfadaré las veces necesarias, ni una más ni una menos. Tal vez haya días en los que no llegarás a entenderme, pero no te preocupes, esos días me alejaré para acercarme con mucha más fuerza. No habrá miedos, pero dame el tiempo necesario para que no los haya. Seré tan independiente que incluso llegarás a preguntarme si todo está bien. Seré un desastre, imprevisible, estaré un poco loca, pero siempre tuya. Te cederé el paraguas los días que llueva porque a mí eso de tener los papeles de dama y caballero bien definidos no me gusta. Pagaré las cenas que me dé la gana, te taparé cuando te quedes dormido en el sofá de mi salón y seré ese hombro en el que llorarás las veces que te haga falta. Bailaremos en el salón de mi casa, eso de salir de fiesta, ya irás descubriendo que, no es lo mío. Madrugo todos los días, ya sea lunes o domingo. Los desayunos en la cama, junto a ti y a tus besos. Te regalaré flores e intentaré sorprenderte las veces que pueda. Te colgaré el teléfono cuando te pongas pesado, te callaré a besos el domingo e intentaré volverte loco justo antes de salir por la puerta, para que te quedes un rato más. Te prometo que intentaré que hagamos todos los viajes exprés que podamos, llevarte a los conciertos que más te gusten y hacer una fiesta de todos esos días que más te pesen. Prometo decirte que como tú no hay nadie cuando no lo haya y te seré totalmente sincera cuando pierda el equilibrio en nuestra cuerda floja. Haré que cada día parezca el último día y alguna que otra vez me haré la dura para que no te relajes. Prometo mirarte con el mismo interés que miras a tu equipo favorito en el último minuto de partido, ver tu película favorita con una cerveza en la mano, reírme hasta que duela. Te prometo ser intensa en todo lo que hagamos, tomármelo en serio, enseñarte todas mis cartas, incluso las que tengo en la manga. Te pediré que nos casemos solos, tú y yo donde más te guste, a la hora que quieras y sin testigos... no nos hacen falta. Te cambiaré las preguntas si las respuestas te sobran, y no te pediré nunca que te quedes, porque si eres tú sabrás de sobra cuando quedarte. Seré la mejor mientras tengas claro que lo soy. Así que dicho esto, léeme dos veces mejor. Porque alguien que será tan de verdad, tan inmensamente cierta es imposible que se rompa dos veces. Así que por favor, lee esto dos veces antes de que se haga demasiado tarde.
domingo, 26 de enero de 2020
Me echarás de menos.
Me vas a echar de menos en cuanto la mires y no veas las playas que visitamos juntos. En cuanto la toques y no te tiemblen las manos. Me vas a echar de menos cuando te des cuenta de que ahora sonrío más, que estoy más guapa que nunca y que no parece que me haga falta nada para ser feliz.
Me vas a echar de menos cuando aparques el coche delante de su trabajo y no sea yo la que salga por la puerta con mi vestido rosa sonriendo como una niña. Te darás cuenta de que me echas de menos cuando brindes con ella, con una cerveza en la mano, y te entre de golpe mi resaca emocional. Cuando haga frío y ella no tiemble, cuando los domingos no sea yo la que te busque las manos debajo de la manta y cuando tu mano no encaje del todo con la suya y no sepas por qué es.
Me vas a echar de menos incluso cuando nadie te cambie la música en el coche, cuando no te agarre por la espalda como si fueras su mayor regalo.
Me vas a echar de menos cuando te pase ella y no yo. Cuando no exagere todo, cuando ella no te sepa regalar eso tan sencillo que no se regala. Me vas a echar de menos y yo sólo puedo decirte - y ojalá que no te siente mal - que a esta derrota invito yo. Que te den. Adiós.
Me vas a echar de menos cuando aparques el coche delante de su trabajo y no sea yo la que salga por la puerta con mi vestido rosa sonriendo como una niña. Te darás cuenta de que me echas de menos cuando brindes con ella, con una cerveza en la mano, y te entre de golpe mi resaca emocional. Cuando haga frío y ella no tiemble, cuando los domingos no sea yo la que te busque las manos debajo de la manta y cuando tu mano no encaje del todo con la suya y no sepas por qué es.
Me vas a echar de menos incluso cuando nadie te cambie la música en el coche, cuando no te agarre por la espalda como si fueras su mayor regalo.
Me vas a echar de menos cuando te pase ella y no yo. Cuando no exagere todo, cuando ella no te sepa regalar eso tan sencillo que no se regala. Me vas a echar de menos y yo sólo puedo decirte - y ojalá que no te siente mal - que a esta derrota invito yo. Que te den. Adiós.
martes, 14 de enero de 2020
Aprende a querer
Hay muchas maneras de querer.
No todos los "te quiero" vienen a significar lo mismo. No todos queremos de la misma forma, ni queremos que nos quieran igual. Hay amores que no valen, amores que vienen con fecha de caducidad, amores que se caen si el viento sopla un poquito más fuerte, amores que no dan tanto como reciben de la otra parte. Hay "te quiero" que a la larga es soledad, que se convierte en lágrimas, desesperación, ruinas o tiempo perdido.
Por otro lado, están los amores cobardes: esos que tienen miedo de salir heridos. Se aferran a su soledad, se encierran en sus sentimientos y acaban haciendo daño. Y ni siquiera se dan cuenta. Pienso que para querer bien hay que abrirse en canal, hay que estar dispuesto a conjugar verbos en futuro, a construir proyectos que empiecen por un nosotros. Y sobretodo no temblar cuando "nosotros" sea la primera palabra de la frase.
Para querer bien hay que cuidar los detalles, hacer partícipe a esa persona con la que estás compartiendo tus días, renunciar a pequeñas cosas sin ser conscientes, hacerlo simplemente porque te apetece, no porque la otra persona te lo imponga. Y que todas esas cosas merezcan la pena. Si te suponen un esfuerzo, no te esfuerces, no las quiero.
Porque cuando dices que me quieres, pero lo haces media voz, sé que no me quieres bien. La única manera de minimizar los daños es alejarme, ponerme una coraza, y de pronto deja de importar, ya no estoy tan pendiente, ya no me hace tanta ilusión. Y me alejo.
Me dueles, me decepcionas, me alejo y me pierdo.
Mira, quiéreme bien, o no me quieras. Caminar en dirección contraria a la tuya no formaba parte de mis planes, pero créeme que no seguiré esperando a te quieros de verdad. Porque los míos son de verdad, son sinceros, porque yo me lo merezco. La puñetera frase de no saber lo que tienes hasta que lo pierdes conmigo no funciona. Quiéreme bien o no me quieras, dámelo todo o no me des nada.
No todos los "te quiero" vienen a significar lo mismo. No todos queremos de la misma forma, ni queremos que nos quieran igual. Hay amores que no valen, amores que vienen con fecha de caducidad, amores que se caen si el viento sopla un poquito más fuerte, amores que no dan tanto como reciben de la otra parte. Hay "te quiero" que a la larga es soledad, que se convierte en lágrimas, desesperación, ruinas o tiempo perdido.
Por otro lado, están los amores cobardes: esos que tienen miedo de salir heridos. Se aferran a su soledad, se encierran en sus sentimientos y acaban haciendo daño. Y ni siquiera se dan cuenta. Pienso que para querer bien hay que abrirse en canal, hay que estar dispuesto a conjugar verbos en futuro, a construir proyectos que empiecen por un nosotros. Y sobretodo no temblar cuando "nosotros" sea la primera palabra de la frase.
Para querer bien hay que cuidar los detalles, hacer partícipe a esa persona con la que estás compartiendo tus días, renunciar a pequeñas cosas sin ser conscientes, hacerlo simplemente porque te apetece, no porque la otra persona te lo imponga. Y que todas esas cosas merezcan la pena. Si te suponen un esfuerzo, no te esfuerces, no las quiero.
Porque cuando dices que me quieres, pero lo haces media voz, sé que no me quieres bien. La única manera de minimizar los daños es alejarme, ponerme una coraza, y de pronto deja de importar, ya no estoy tan pendiente, ya no me hace tanta ilusión. Y me alejo.
Me dueles, me decepcionas, me alejo y me pierdo.
Mira, quiéreme bien, o no me quieras. Caminar en dirección contraria a la tuya no formaba parte de mis planes, pero créeme que no seguiré esperando a te quieros de verdad. Porque los míos son de verdad, son sinceros, porque yo me lo merezco. La puñetera frase de no saber lo que tienes hasta que lo pierdes conmigo no funciona. Quiéreme bien o no me quieras, dámelo todo o no me des nada.
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